Un asunto de dos, que no debió haber sido de tres
Cuando las aguas se han calmado y la emoción cede espacio a una reflexión más objetiva, me encuentro pensando en lo sucedido. Me siento a escribir estas palabras no para generar crítica ni discordia, sino para ofrecer una perspectiva sobre lo que fue Asunto de Tres y permitir una reflexión entorno al rol del artista en nuestra sociedad.
Las primeras obras de esta exhibición de las que tengo conocimiento nacieron alrededor de 2011. Por aquel entonces, Beto tenía su estudio fotográfico en la planta baja del Mall Delicias Plaza. Recuerdo haber visto dos sesiones en las que exploraba con su cámara la belleza del cuerpo femenino con una sensibilidad y maestría extraordinarias.
El cuerpo humano, y en particular el cuerpo femenino, ha sido un tema central en la historia del arte desde el inicio de sus tiempos. A través de los siglos, ha simbolizado fertilidad, belleza, espiritualidad, poder y vulnerabilidad, reflejando los valores culturales y estéticos de cada época. Pero, más allá de su simbolismo, el cuerpo femenino es también un espejo de la humanidad, un territorio de identidad y resistencia, un espacio donde la vida misma encuentra expresión.
Beto capturó esta esencia con maestría. No solo resaltó la belleza física, sino también el misterio y la profundidad espiritual que el cuerpo femenino encierra. Como lo expresó brillantemente la psicóloga Helen Lupo en su texto de sala al analizar la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II:
"Nuestro cuerpo está diseñado para expresar el misterio de la vida y nuestra inevitable necesidad de amar. La feminidad no solo tiene la potencia de ser dadora de vida, sino también la capacidad de reflejar una dimensión espiritual intrínseca de apertura al otro, invitándonos a la complementariedad esencial y a descubrir, en su armonía, un eco tangible de la belleza divina."
El papa Juan Pablo II concebía el cuerpo como una obra de arte en sí misma que revelaba la armonía original, dando testimonio de la importancia del rol femenino en el plan de la creación. Sin embargo, a pesar de la riqueza de la propuesta de Beto Frangieh, el proyecto original que dio origen a esta exhibición, concebido para mostrar su visión de la belleza del cuerpo femenino, enfrentó el rechazo no una ni dos veces, sino en ocho ocasiones por parte de las instituciones culturales de nuestra ciudad, a lo largo de 12 años. Este rechazo no solo evidenció una incomprensión hacia una obra que buscaba exaltar la belleza natural de nuestras mujeres, sino también un profundo temor hacia lo que el arte puede revelar sobre nuestra sociedad.
En una era marcada por la comercialización del cuerpo en los medios digitales y el constante bombardeo de imágenes que hipersexualizan a la mujer, un esfuerzo por rescatar la belleza desde una mirada artística y respetuosa parecía ser demasiado provocador para una ciudad que aún lucha por entender con dificultad la importancia del arte como medio para preservar su historia y dignificar su cultura.
Beto, fiel a su ingenio y determinación, transformó la adversidad en estrategia. Ante los continuos rechazos, convirtió su Asunto de Dos en un Asunto de Tres, involucrando a artistas de la ciudad para darle vida al proyecto. Cuando me invitó a participar me entregó la fotografía y me dijo: “Si me rechazan a mí, veremos ahora sí podrán rechazar a los artistas de esta ciudad”.
Esa jugada maestra permitió que su proyecto finalmente encontrara un espacio seguro en la sala alta del Centro de Bellas Artes, Ateneo de Maracaibo. Es lo que hoy nos permite disfrutar del fruto de más de doce años de trabajo e investigación en torno a la belleza femenina. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en el comentario de alguien cercano que sigue resonando en mi memoria: una exhibición que estuvo lista por más de una década, pero que Beto no pudo ver, por tan solo un día.
¿Fue esto un designio divino? ¿Una elección de su parte? ¿O, quizás, una última lección que nos dejó para reflexionar?
Me pregunto: ¿es necesario que los artistas censuren su visión para satisfacer la incomprensión de quienes deberían fomentar su expresión? ¿Cuántos mensajes esenciales para nuestra sociedad son silenciados por temor a escandalizar a instituciones o audiencias que, paradójicamente, tienen acceso a todo tipo de contenido a través de sus dispositivos móviles?
No puedo evitar pensar que, tal vez, en alguna de esas ocho oportunidades, Beto podría haber disfrutado de su exhibición junto a las personas que tanto quiso. Podría haber escuchado las palabras de admiración, compartido los momentos que tanto anhelaba celebrando su legado en vida.
Beto tuvo su exhibición lista durante 12 años, pero no pudo verla por un solo día. Partió hacia otros horizontes, dejando esta exhibición como un legado y, sobre todo, como un asunto que ahora nos involucra a todos...
Por Carlos Martínez León