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Lo que aprendí de Beto Frangieh

El verdadero carácter de un hombre se revela en el momento del testimonio. Esas fueron las palabras de Paula, un día del 2016. En aquel entonces, no logré comprender plenamente su significado. Pero con el tiempo, y especialmente gracias a Beto, esas palabras adquirieron una claridad que hoy ha iluminado mi entendimiento.

Beto fue la primera persona a quien visité tras mi regreso a Maracaibo, en julio del 2022. Tras ocho años sin conversar con él y sentados en la sala de su casa, mientras colaba café y ponía música, hablamos de cómo la vida nos había cambiado durante ese tiempo en el que habíamos perdido el contacto. En un momento de absoluta sinceridad, compartió conmigo una conversación que nunca olvidaré. En el peor momento de su vida, cuando se encontraba solo y recibiendo los embates implacables de la vida, tuvo que elegir: dejarse arrastrar por la amargura o decidir disfrutar cada día, con una sonrisa. Sonriendo me dijo: “Yo elegí ser feliz”. Con esa decisión simple, pero profunda, cambió el curso de su vida y la de muchos de nosotros.

Así pasaron los días, las semanas y los meses. Y día tras día lo vi sobrellevar dificultades que habrían quebrado a muchos, siempre con la misma serenidad, con la misma sonrisa y una palabra amable. En su coherencia encontré una lección de vida. Su alegría no era superficial ni frívola; era el resultado de un compromiso firme con sus valores, con su decisión de vivir con propósito, gratitud y amor para consigo mismo y para con los demás.

Melómano, con una cultura vasta, una experiencia profesional envidiable y una humildad absoluta, Beto tenía la capacidad de encontrar belleza en los lugares más inesperados de nuestra ciudad. Mexicano de nacimiento, marabino por decisión, eligió quedarse en esta ciudad que adoptó como suya. Y en lugar de emigrar, apostó cada día y en cada oportunidad por Maracaibo, aun en sus días más oscuros. Su legado está grabado en los miles de negativos que resguardaba con celo y en las vidas de los estudiantes que formó, quienes, con seguridad, podrán decir que sus vidas cambio para siempre.

El momento del testimonio no es un instante breve; es un estado continuo que se revela cuando todo parece desmoronarse, cuando la vida se nos cae y cuando el miedo mira cara a cara a nuestras creencias más profundas. En los últimos días de Beto, esa prueba se hizo más evidente. Frente a un dolor indescriptible que, según sus propias palabras, no le deseaba a nadie, su sonrisa permaneció. Agradeció cada visita, cada abrazo, cada mano amiga. Disfrutó cada conversación e incluso, en su traslado hacia el hospital, siguió enseñando, invitando a los enfermeros que lo atendían a visitar la escuela de fotografía. Su partida, lejos de ser una derrota, fue un acto de coherencia: vivió hasta el final con la dignidad y la gratitud que siempre lo caracterizaron. Como dijo mi amigo Ionesco, Beto vivió y partió como un verdadero gentleman.

La coherencia en la vida es un desafío constante al que todos nos enfrentamos. Es fácil prometer, pero difícil cumplir. Es sencillo hablar de ideales, pero complicado sostenerlos cuando todo se tambalea. Sin embargo, Beto fue un ejemplo de integridad inquebrantable. Nunca tuvo una palabra negativa hacia nadie, nunca permitió que el odio o el resentimiento lo desviasen de su camino. Fue un hombre que eligió vivir conforme a sus valores en cada circunstancia, sin importar las dificultades.

Sus estudiantes y la fotografía fueron el centro de su universo, y en torno a ellos construyó momentos que quedarán grabados en nuestra memoria. Entre esos momentos, su partida ocupa un lugar especial en mi vida.

Beto se despidió con el mismo amor con el que siempre habló de la vida, dejando una lección imborrable para quienes lo acompañamos: vivir con coherencia, incluso frente a la adversidad, es el mayor testimonio que podemos ofrecer a la vida y a Dios. Partió hacia otros horizontes, donde seguramente seguirá explorando la belleza que tanto amó.

Hoy entiendo que el verdadero carácter de un hombre no está en sus palabras, sino en cómo enfrenta las pruebas más difíciles sin desviarse de su camino. En la vida de Beto Frangieh encontré una lección de fortaleza, gratitud y dignidad que llevaré siempre conmigo.

Descansa en paz, mi querido amigo. Algún día volveremos a encontrarnos.

Maracaibo, 23 de noviembre, 1:30 a.m.
Por Carlos Martínez León

Nota: Las fotografías a continuación son un registro del fotógrafo Juan Calero una semana antes de su partida, mientras nos reuníamos en mi casa para ver Asunto de 4, una obra de Beto Frangieh con la modelo Daniela Núñez y la intervención artística de Francisco Verde y Carlos Martínez León.